lunes, 7 de enero de 2008

Homenaje al poeta Juan Gelman

ENTREVISTA

No habrá más penas ni olvido

Juan Gelman ya había recibido las distinciones más relevantes de la Argentina, México y España. Al poeta, que tiene un hijo desaparecido, ahora le llega la consagración con el Cervantes, que antes que él honrara a Borges y a Bioy Casares. Se premia así a la alquimia que le permitió trocar dolor en verso y reflexión en audacia.

Por: Texto: Ana Laura Pérez: Fotos: Archivo Clarín.
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Lo que intenta la poesía, como la música, como el arte, es morder un poco la realidad que siempre se escapa de las manos. Pero además, tampoco puede ser una proposición voluntaria. La circunstancia no es la que hace al poeta. Es la que, en ciertos casos, lo mueve a escribir una cosa u otra en la medida en que esa circunstancia exterior coincide con una circunstancia interior. Y a veces ni hacen falta circunstancias.

No se escribe poesía por voluntad propia sino por voluntad de ella", dice. Y su voz suena lejana como esa tarde de lluvia y frío en el DF, donde vive desde hace más tiempo del que pueden guardar los almanaques. A él no le molesta tanto como al resto de los mexicanos el frío inusual de este invierno sino ese continuado de temperaturas cálidas que se diferencia sólo por las épocas de lluvia. "Lo que me gusta, en realidad, es que haya estaciones."

Juan Gelman sintió la voluntad de la poesía "cuando era muy chico". Tenía nueve cuando empezó a mandarle versos de Almafuerte como si fueran propios a una vecina dos años mayor. La indiferencia de la nena lo empujó un paso más allá: "Voy a tener que hacerlos yo', pensé y me puse a escribir huesos nomás, versos ¡perdón!". Dijo huesos', ¿un fallido? No deja de ser una metáfora bella y precisa de su forma de vivir la poesía. A los 77 años, lejos de aquella infancia de laborioso enamorado, Gelman acaba de ser honrado con el Cervantes, el premio mayor de las letras de habla hispana. Un reconocimiento a su trayectoria, que antes recibieran los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Adolfo Bioy Casares. Pero antes que al amor, Juan Gelman lega el mérito de acercarle la poesía a su medio hermano Boris, el mayor, que le recitaba los versos de Pushkin en ruso.

El habla muy poco del idioma de la familia, pero puede replicar el gesto fraterno y recordar todavía aquellos recitados proféticos: "A mí encantaba la música, el ritmo, la sonoridad de las frases aunque no entendía nada", suele recordar. José, su papá, era un socialista que emigró dos veces a la Argentina. Había participado de la revolución de 1905 y cuando olvió a su país natal, en 1918, lo desilusionó el rumbo de la Unión Soviética. Regresó a Buenos Aires en 1928 con Boris, Paulina Burichson, su segunda esposa, y Tauba, la hija mayor del matrimonio.

El 3 de mayo de 1930 nacería Juan. Primer ciudadano argentino, tercero en la línea sucesoria de esta familia de judíos pobres pero cultísimos de Europa del Este. Padre carpintero, madre hija de un rabino estudiante de medicina en Rusia, todos se pusieron a trabajar en la camisería familiar. No sobraba el dinero pero se ahorraba de a centavos para ir al Colón una vez al año.

Escribía desde chico, pero ¿ya entonces se sentía poeta?

Ocurre que con el tiempo y la insistencia de la poesía, uno al final se pregunta si es poeta.

¿Y cuándo se respondió eso?
Alrededor de los 19, 20 años.

¿La respuesta la dio el reconocimiento de los pares o la autoconfianza?

Creo que tuvo que ver con un deseo personal o una inquietud de sí. Imagínese que a los 20 años nadie me conocía salvo en casa a la hora de comer. Y en el barrio mejor no dárselas de poeta porque l que no fumaba era maricón y el que era poeta era raro. No le oculto que en esos años de los 15 a los tuve amigos poetas y frecuenté a otros poetas.

Nos leíamos cosas, anduve alrededor de revistas literarias, pero recién me pareció que esto era lo que yo necesitaba hacer alrededor de los 20 años. Publicó su primer poema a los once, cuando ya era conocido en los potreros de Villa Crespo como El pib etaquito ("Me perdía miles de goles por partido pero nunca dejaba de usar el taquito para empujar la pelota. Siempre creí que me salía lo más bien, pero teniendo en cuenta las puteadas de mis compañeros, parece que no rendía mucho para el equipo", contó con motivo de un homenaje que le hicieron como hincha en el club Atlanta). "Los espontáneos",elocuente sección de Rojo y negro , revista que publicaba cuentos de cowboys y detectives, lo publicó por primera vez: Fue un sueño muy hermoso para ser cierto, señor; el destino poderoso, envidioso, lo rompió , empezaba.

Juan, que se había destacado como un niño precoz que aprendió a leer a los tres años, hizo la secundaria en el restigioso Nacional Buenos Aires. Abandonó en los comienzos la carrera de Química. Le nteresaba "mucho más la poesía que la descomposición del átomo, los protones y los neutrones". Probó varios trabajos, pero decidió ganarse la vida como periodista. Pasó menos de un mes en un iniciático house organ, El Asegurador, que dejó por Nuestra palabra , semanario del Partido Comunista. Ferviente republicano como alumno de primaria, ingresaría a la Federación Juvenil Comunista de adolescente.

Fue en ese ambiente político que leudó El Pan Duro , grupo que integraban también José Luis Mangieri, Héctor Negro y Juana Bignozzi. Eran jóvenes, eran comunistas y eran poetas: proponían una poesía comprometida y popular y entre ellos financiaban sus publicaciones. El primer libro editado por el grupo fue de Gelman: Violín y otras cuestiones , en 1956, con prólogo de Raúl González Tuñón. Casi inmediatamente fundó la revista Nueva expresión junto al sociólogo Juan Carlos Portantiero y el escritor Andrés Rivera, con quienes también armó una editorial que publicó Velorio del solo (1961).

La radicalización de sus ideas políticas, más a la izquierda que las de la línea oficial del PC, se reflejó en L a rosa blindada . Fue esa revista la que publicó en 1963, Gotán . Libro legendario que le dio definitiva relevancia, marcaría también su renuncia a integrar nuevos colectivos literarios. El año siguiente lo echarían del PC, semanas después de haberse ido: "Fue el momento de la revolución cubana y un grupo de nosotros sostenía que ese hecho era una línea divisoria. Se hablaba de llegar al socialismo por la vía pacífica; nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades", explicó.

Desde entonces y hasta el último y flamante Mundar (Seix Barral, 2007), publicaría más de una veintena de libros de poesía que se traducirían y le valdrían muchos premios: el Nacional de Poesía en la Argentina; el Juan Rulfo en México; el Reina Sofía, en España, antes del consagratorio Cervantes. "Creo que de la poesía siempre se aprenden cosas.

Para quien la escribe es una tarea riesgosa porque cada poema es un paso más dentro de la propia subjetividad. Y eso se incuba en la fragilidad y en la inseguridad sobre lo que se escribe. En cuanto a los demás, bueno, por mi experiencia de lector, la poesía como las otras artes ha tocado o abierto territorios que yo tenía, pero que no tenía porque no sabía que los tenía. Son espacios subjetivos, cosas que de repente suenan sin que uno sepa, muchas veces, de qué se trata. Lo que uno sabe es que hay algo, pero no mucho más."

¿Con qué libro, con qué poema, sintió que pasaba un umbral, que alcanzaba algún tipo de objetivo?

En general uno siempre tiene insatisfacciones con lo que hace. Porque la distancia entre la tarea y el resultado, o el esfuerzo por encontrar expresión a las obsesiones siempre deja la sensación de una distancia entre lo que se quiso expresar y lo que se pudo expresar. Supongo que ése es el motor por el que sigo escribiendo y tratando de apresar la poesía, esta difícil señora.

¿Nunca sintió que tenía a esta difícil señora entre los brazos?

Hubo algunos momentos en que así fue, sí. Son momentos escasos, pero son muy felices. Eso ocurre en todos los libros. En todos hay algunos de esos momentos.

¿Se siente en los brazos de esa señora cuando lee poesía de otros?

No, no es lo mismo. Pero porque al leer cosas ajenas lo que uno tiene es el goce de esa lectura, no el intento de escribir los poemas.

Si a la poesía no se la busca, ¿al periodismo sí?

Sí, claro. El periodismo es una cosa que interesa a mucha gente, que no es el caso de la poesía.

¿Y al escritor? ¿También le interesa?

Yo entiendo al periodismo como un género literario que se escribe bien o se escribe mal. Pasa lo mismo que en cualquier arte: se pinta bien o se pinta mal. A mí, el periodismo –sobre todo cuando fui cronista, que es siempre lo que me gustó más hacer, junto con las entrevistas– me dio mucho porque me puso en contacto con diferentes gentes, diferentes problemas. Como uno es curioso, condición esencial para ser periodista, creo que me ha enriquecido sin duda alguna. Hoy mismo, aunque soy columnista en algunos temas, también me aporta cosas.

La mayor parte de sus columnas de los últimos tiempos son denuncias contra los EE.UU. ¿Qué lo obsesiona de ese país?

No se trata del país. Se trata del gobierno de ese país. Yo me temo una catástrofe nuclear fabricada por este señor George W. Bush y sus adláteres. Eso es lo que realmente me preocupa. Mis artículos son también sobre Israel, sobre Irak y Afganistán... todos esos puntos donde ya hay guerras, algunas muy
viejas, y donde el peligro de un estallido atómico no es muy improbable. En realidad es eso lo que me preocupa, porque eso sería una tragedia para toda la humanidad: que volvieran los hongos atómicos.

En su prosa periodística anterior se destacan sus semblanzas y perfiles de artistas.

Durante años he escrito sobre escritores, poetas, músicos, actores, artistas de cine, siempre tratando
de indagar sobre su manera de acercarse al arte.

¿Qué le interesaba de eso?

El misterio del proceso de la creación. Yo todavía no lo entiendo.

A esta altura debe tener alguna pista.

Psss... tengo pasta los domingos.

LECHE ENVENENADA

Los antecedentes de sus columnas en Página 12 datan de 1966, cuando entró al periodismo grande: en la revista Cofirmado se encargaba de la sección de libros. De allí a la sección internacional de Panorama y luego al diario La Opinión , como secretario de Cultura y Espectáculos. Para entonces formaba parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de orientación guevarista-peronista, que se fusionarían con Montoneros.

Trabajaría en el diario Noticias , que manejaba esa organización, y en Interpress Service, como director latinoamericano. Las amenazas hicieron que se trasladara la dirección a Roma. Allí y entonces se iniciaron sus años de exilio. Es difícil reconstruir lo que pasó, la verdad de la memoria lucha contra la memoria de la verdad. Han pasado años, los muertos y los odios se montonan, el exilio es una vaca que puede dar leche envenenada, al menos algunos parecen alimentados así.(...) La necesidad de autodestruirse y la necesidad de sobrevivir pelean entre sí como dos hermanos vueltos locos, escribía en Roma en mayo de 1980.

Hacía cuatro años que una patota había secuestrado y liberado a su hija Nora, de 19 años, y desaparecido a Marcelo, su hijo de 20 años, y a Claudia Irureta Goyena, su nuera, un año menor, embarazada. Volvió clandestino en el Mundial '78 y rompió con Montoneros cuando la conducción planeaba la suicida contraofensiva. Le valió una segunda condena a muerte. La primera la había extendido clandestinamente la dictadura. Y no pudo regresar a la Argentina hasta 1988 –tiempos de Alfonsín– porque, en secreto, un juez le había dictado captura por pertenecer al Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero.

En el extranjero se había ganado la vida como traductor de la ONU en Roma, París y Nueva York y regresó cuando intervino la Cámara Federal. En Buenos Aires conoció a la psicoanalista Mara Lamadrid, de quien se enamoró y con quien se fue a México, donde ella vivía y ahora viven: Siempre te amo por primera vez. / Siempre te amo por primera vez, le escribió en País que fué será (Seix Barral, 2004). Con ella publicó el primer libro de testimonios de H.I.J.O.S: Ni el flaco perdón de dios (Planeta, 1997).

De Marcelo recuperó los restos, en octubre de 1989. Habían sido arrojados al río Luján dentro de un tambor de arena y cemento. Lo habían matado de un tiro en la nuca. Después de una búsqueda intensa y de una campaña que apoyaron artistas, intelectuales y personalidades de renombre internacional, en el 2000 dio con Macarena, su nieta, de quien nada sabía al principio. "El mérito fundamental del hallazgo es de Mara. Ella pasaba horas frente a la computadora investigando.

Leyó centenares de páginas y libros y a la madrugada discutíamos las piecitas que iban apareciendo. Algunas cuajaban y otras no." Descubrieron que Claudia había sido trasladada encinta de 8 meses a Montevideo para "regalarle" la beba a un represor uruguayo. La asesinaron después de que amamantara a su hija. "Una vecina del señor que se quedó con mi nieta me llamó." Ahora pidió el juicio para cinco represores del centro clandestino Automotores Orletti por el crimen de su hijo.

Y sigue exigiendo los restos de su nuera en el Uruguay: "La búsqueda de los restos puede parecer necrofilia, pero tiene que ver con otra cosa: con que cada uno de los 30 mil desaparecidos –y como usted sabe las cifras borran historias individuales– existió, vivió, fue una persona y tiene una historia. Encontrarles un lugar de descanso es una vieja costumbre de nuestra vieja humanidad, es regresarlos a su historia y, en general, a la historia de nuestra civilización."

'Obligaremos al futuro/ a volver otra vez', escribió en su último libro. ¿Qué lo lleva a ser tan optimista?

Debo ser un esperanzado sin remedio y para eso no hay farmacias... qué le vamos a hacer.

Republicano, comunista, montonero, ¿cómo se define hoy políticamente?

Como una persona que no ve una izquierda viable en ninguna parte del mundo y que, sin embargo, sigue creyendo que esto algún día va a cambiar. Porque yo no creo que se pueda aplastar el espíritu de la gente, su capacidad de sueño y de deseo, por duro que sea el sistema.

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