martes, 15 de enero de 2008

Cambiar de vehículo no es fácil











La historia de la fortuna ideada por José Camilo Pacheco Junior termina en una calle de Hialeah, donde finalmente ha conseguido residir luego de mucho deambular por la zona Sur Oeste. Se ha comprado esta casita con la herencia de sus suegros, ahora tiene una amante en Aventura, Yamila Parker Stevens. Yamila estaba casada con un petrolero saudí- colombiano, pero ahora está dispuesta a darlo todo por él. José Camilo tiene como oficio producir Walk In Closets. O lo que es lo mismo, vestidores. Pero si logra resolver lo que le espera en los próximos minutos, nunca más tendrá que conformar a alguna clienta gorda y caprichosa del distrito judío de Pinecrest. No, solo tendrá que vender esta propiedad, fruto de una ingeniosa maniobra y mudarse a Aventura con Yamila. Tal vez también tenga que enfrentar a su ex marido, pero eso es salvable. Ha adquirido también con el dinero de la herencia un Jeep Cherokee de segunda mano que siempre está a punto de incendiarse. Sus grandes patonas permiten que el vehículo se aferre al asfalto de la 826 sin derrapar, aún en las tardes de más espantosa lluvia tropical de Miami. Pero el defecto fatal de este vehículo se verá compensado por el Mercedes 92 que Yamila le ha prometido apenas logre terminar lo que tiene delante. José Camilo ha tomado un atajo para llegar a su casa y ahora se enfrenta a un par de escollos difíciles de resolver. El primero es el cadáver de su suegra. Ha estado allí unos días, en descomposición, es cierto. No se arrepiente de haberla matado, eso era inevitable, se arrepiente de haberlo ocultado ahí. Aún no sabe José Camilo que hacer con él, con ese cadáver. Ha tenido que matar a su suegra luego de una agria discusión. Se había hecho un acuerdo familiar, pero nadie estaba dispuesto a respetarlo. Salvo José Camilo Pacheco Junior, que dijo que sin duda su suegra debía reintegrarles el dinero de la herencia manifestado en el testamento de Fabricio Pedro Achával Bernardez. Indudablemente hacer un seguro de vida a nombre del difunto había sido una magnífica idea de los tres, de su suegra, su ex esposa y suya. Pero su suegra se había puesto tonta y con su ex tuvieron que tomar la decisión. Había sido un error hacerle el sucio encargo al amigo de su hermana. Para nada había demostrado profesionalismo en el acabado del trabajo. Pero lo del seguro de vida había estado bien. Ahora Yamila Parker Stevens, su amante, podría obtener su parte y su ex mujer podría reclamar lo que le correspondía de herencia de los suegros. Lo que no encajaba era que hacer con el cadáver de la suegra que el descuidado amigo de su hermana había dejado sin ocultar. Ni con el coche aparcado en la puerta del 72 de la calle 53 de Hialeha, ese vehículo rojo con patente de Denver que se detiene al frente en este preciso instante. Indudablemente es un detective de la compañía de seguros que viene a husmear la casa. Y ahora otra vez la Cherokee se ha recalentado. Horriblemente, al punto que una llamarada roja se asoma desde el capó, con un bramido espantoso. A solo cien yardas de su domicilio, la Cherokee desfallece y José Camilo Pacheco Junior sabe que no llegará a salvar ninguno de los dos escollos. El detective verá el cadáver en la casa, la Cherokee se incendiará y no podrá detenerlo. José no solo tendrá que volver a hacer vestidores luego de una larga temporada en prisión, si es que no lo ejecutan por homicidio agravado. Si es que sale tendrá que resignarse a que la Cherokee sea reemplazada a lo sumo por una Dodge Caravan en peor estado, posiblemente con la correa de distribución rota, algo tan difícil de arreglar como el calentamiento del Jeep.

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